domingo, 10 de junio de 2007

Mayo

El articulo que publiqué en mayo y que recibió mayor despliegue fue el de Don Juan. No había hablado sobre él porque estuve muy poco alicorado y llevaba un buen rato sin escribir, además la revista fue reemplazada por una portada más sensual (Marcela Gardeazábal, alias Marcela Mar, está mucho mejor dotada de voluptuosidades que el Mayor Rodríguez, con el respeto que me merece este amable señor). No me avergüenzo, escribí sobre “el Soldado del Año”, elegido por el Ejército Nacional de Colombia, y fue mi primer artículo para una portada. No lo hice sólo por el dinero, también porque me gustan los retos y así carezca de toda afinidad con un tema prefiero hablar de eso que del último disco que compré. De esta forma descubro facetas y personajes que jamás me hubiera preocupado por conocer.

No me quejo de la edición del artículo, fue acertada y cuidadosa (aunque me recortaron un par de frases fascinantes, los entiendo: el espacio era demasiado extenso), el editor es uno de los mejores periodistas del país (no es por lamber: con Fernando Gómez he publicado mi mejor artículo hasta la fecha, en la Gatopardo de noviembre de 2005). Mi problema fundamental con este reportaje sobre el soldado es que, por forzar un tono que la directora de la revista relaciona con Esquire, tuve que perder mi voz, sin caer en lugares comunes, pero mostrando una sola cara de un hombre, una situación y una región que tiene muchas contrapartes. De hecho, mientras hacía la investigación y hablaba con otras fuentes, descubrí que mi héroe me podía estar ocultando información y que las cosas no son tan loables y prístinas como me tocó pintarlas. Aunque sé que, salvo por mi madre, no tengo lectores que sigan mi carrera, pido excusas por haber dicho cosas de las que no estoy plenamente convencido, así esta explicación me cueste perder el Premio Simón Bolívar.

Por otra parte, en El Malpensante también publiqué una crónica, muy diferente al artículo anterior. A partir de una experiencia personal y tristemente real que viví por no ser de aquí ni ser de allá (me encarcelaron en México por tener un pasaporte mexicano expedido por la embajada de México en Colombia), exageré unos detalles, le metí chistes y frases que no son completamente fieles a los hechos, pero que son plausibles dentro del patético contexto en el que sucedió todo y, en conclusión, hice un cuento-crónica. Me divertí mucho escribiendo la obra y el resultado, después de casi un año esperando a su publicación, es muy satisfactorio. Camilo Jiménez fue el primer editor de la nota y luego Andrés Hoyos me hizo otras acotaciones con las que logré un tono muy depurado, sin perder mi personalidad y mi voz, del que (no se rían) me siento orgulloso. Ojalá pudiera publicar más cosas así: sin restarle méritos a lo de Don Juan, creo que el humor es mi camino.

1 comentario:

Ivan Andrade dijo...

El humor es el camino de muchos de nosotros.
Lo importante es que no pierda su estilo, no importa que sus confesiones no le gusten a la gente; está siendo consecuente con ud mismo.

Suerte.